En la izquierda se oye con insistencia un eslogan lleno de
sentido. Este sistema injusto que permite que la riqueza se concentre en cada
vez menos manos sólo cambiará cuando los poderosos sientan miedo y dejen de
sentirlo los más débiles. Ya digo que el eslogan tiene sentido. A mí me gusta.
Pero a veces nos conformaríamos con bastante menos. Nos
conformaríamos con que el miedo desapareciera.
El poder siempre tiene capacidad para aterrorizar. Sus
venganzas ejercen efecto antes de aplicarse. Basta con anunciarlas. El solo
recuerdo de lo que ha ocurrido en ocasiones anteriores paraliza la acción de
quienes querrían y no se atreven, de quienes discrepan y callan, de quienes
sufren en silencio la impotencia del quiero y no puedo.
En este pueblo en el que vivo desde hace casi treinta años
sabemos bien lo que es el miedo. Conocemos el poder de la mafia, de esos que
llevan años controlando mentes y haciendas, manipulando, colocando,
despidiendo, cerrando y abriendo a su antojo negocios, personas y cuentas
corrientes. Están identificados. Sabemos perfectamente quiénes son, conocemos
su poder porque algún amigo nuestro, algún familiar, algún vecino, ha sufrido
sus represalias.
Pero desde hace tres años, conscientes del poder de la
mentira, esos mismos, la mafia, los que controlan, amenazan y coaccionan, han
lanzado el mensaje de que en este pueblo hay miedo al gobierno municipal. Y por
ese miedo, algunos trabajadores municipales, algunos comerciantes, algunos
vecinos callan lo que piensan.
Esta mañana he leído con atención el
reportaje del ideal, antes llamado corrupto, en relación al mercado. He
alucinado con algunas cosas; por ejemplo, el titular, pero me ha llamado la
atención, ante todo, esta frase:
Basta
realizar una ronda de entrevistas a los propietarios de los puestos del mercado
para palpar el descontento mayoritario con la gestión de la alcaldesa, a la que
reprochan que no haya dado soluciones urgentes al problema del edificio. Ese
es el sentir de la mayoría de los entrevistados, que están que trinan. Pero
no todos los tenderos se identifican ni comparten su opinión
abiertamente para IDEAL, «es que en Almuñécar no te puedes marcar», se
justifica un charcutero. Los que hablan son los críticos con Herrera y el
único que, pidiendo mantener el anonimato, declara que sí estaba de acuerdo con
el derribo admite que finalmente apoyó la otra opción «para no quedar mal ante
los demás puestos».
Está claro dónde está el miedo. La gente
sabe quién toma represalias, quién cierra puestos, quién despide. La gente sabe
quién es el que, cuando recibió una visita de comerciantes en el anterior
cierre del parking, en 2010, cuando sólo pedían una pequeña bajada del
alquiler, nada del otro mundo, les dijo textualmente:
‘Los
puestos del mercado son un negocio como cualquier otro. Si no te va bien,
ciérralo, que es lo que se hace con los negocios cuando no funcionan’.
La gente sabe que el equipo de gobierno
de ahora no les va a quitar el puesto por firmar un papel, ni por mostrar su
descontento en público, ni por calumniar y difundir bulos. Afortunadamente, la
gente sabe que ahora se puede expresar con total libertad. Pero haría falta
equilibrar un poco la cosa. No es necesario que el miedo cambie de bando. No
hay que llegar a tanto. El miedo es
malo. Basta con que desaparezca. Los seguidores de la mafia no tienen miedo.
Los enemigos de la mafia deberían perderlo. Porque, para terminar de película,
nunca se ha escrito nada de los cobardes.
Salud