Nunca he podido asistir en directo a la entrega de los
premios goya pero, como todo hijo de vecino, he visto las intervenciones, en
ocasiones curiosas, de nuestros artistas haciendo escraches al ministro de
cultura de turno.
El miércoles en almuñécar hubo un sencillo homenaje a diez
currantes que se han tirado media vida, algunos más, trabajando para el
ayuntamiento, es decir, para todos los almuñequeros. Prometía ser un acto tan
entrañable como protocolario, es decir, aburrido.
Y así empezó. Habló el de protocolo que introdujo el acto,
habló la alcaldesa comentando lo que se suele decir en estos casos, y leyó un
acta de la junta de gobierno el secretario. Lo típico. Aunque no sea relevante,
tendré que decir que ferminté llevaba un elegante traje gris. Así liga tanto el
cabrón, claro.
Y empezaron a hablar los homenajeados cuando les daban su
plaquita y un reloj. Hablaban poco, la verdad. En estos actos la gente suele
hablar poco. Pero está demostrado que muchas palabras no hacen falta para
explicarse.
Un hombre al que últimamente se le veía currando día sí, día
también, en el estadio municipal francisco bonet, dijo que llevaba toda la vida
trabajando para el ayuntamiento y que daba las gracias especialmente a esta
corporación porque estos dos últimos años de su vida laboral habían sido los
únicos en que había descansado sábados y domingos. Un sindicalista experto no
lo hubiese dicho mejor.
Otro hombre de tez morena, de familia bien relacionada con
los pájaros, tuvo el detalle de agradecer su presencia a los concejales y
compañeros de trabajo que habían decidido asistir al homenaje. Pero fue más
allá en su agradecimiento, extendiendo el mismo a aquellos concejales y
compañeros que habían preferido no asistir. En este caso, el agradecimiento fue
por eso, por no asistir.
Un tercero, amante de los planos y con un final de etapa
complicado, dijo haberse sentido muy contento en su trabajo en los muchos años
dedicados al ayuntamiento. Culpó de ese bienestar suyo a los compañeros de
trabajo, bueno, a casi todos los compañeros de trabajo. Precisó que algunos
‘compañeros’ (lo dijo con comillas) quedaban excluidos de ese colectivo y
mostró su alegría porque estos ‘compañeros’ de trabajo hubiesen sido
despedidos. No parecía una expresión muy sindicalista pero los dos concejales
sindicalistas que ocupábamos escaño en representación de la izquierda unida,
aplaudimos con ganas este lamento salido del corazón.
Aplaudimos con la misma fuerza con que aplaudía y casi lloraba,
cuando habló el señor de tez morena, una señora muy guapetona que estaba a mi
izquierda.
Dicen algunos, dictadores venidos a menos, que hay miedo en
la plantilla, pero este miércoles lo único que se vio entre este grupo de
jubilados fue una expresión de libertad que se escapaba por la boca, con las
palabras justas para que nadie pensara que se trataba de palabrería. O sea, que
dijeron lo que les salió de la polla.
Salud