3/4/10

Los hombres que amaban, y aman, a los niños

El jefe les ordenó: Dejad que se acerquen a mí. Y seguramente lo malinterpretaron. Así que cuando el niño no se acercaba, ellos se arrimaban por detrás y le restregaban la cebolleta, pero sin maldad. A veces incluso se abrían la sotana y con una mano suave agachaban la cabecita del niño para que pudiera saborear ese placer divino que algunos enviados del altísimo esconden entre las patas. Esos gestos cariñosos hay gente que no los entiende.

El que no se equivoca, porque así lo dice la doctrina, no tiene su jurisdicción en esta tierra y por eso no ha podido denunciar a los hermanos cariñosos ante el juzgado de instrucción. Bastante trabajo tiene con criticar al gobierno por los crímenes perversos del aborto.

Ahora, intentando destruir esta gloriosa institución, los mismos que sin prueba alguna la acusan de haber implantado la inquisición o de haber matado indios infieles, los mismos que la acusan de haber colaborado con el nazismo, el franquismo, pinochet o videla, esos mismos indocumentados, ahora la acusan de amparar el nefando pecado. Incluso le piden al pontífice que excomulgue a los hermanos en la fe que hayan podido cometer alguna ligereza.

Pero que bien les ha respondido el infalible: el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra. Eso es, valientes, a ver, que levante la mano el que no haya violado a un chavalote, o el que no le haya hecho una pajilla. Pues a callarse entonces, ateos. Qué sabréis vosotros de castidad.

En mi casa, las palabras de ese señor no se escucharon bien porque la tedeté se iba y se venía, así que mi mujer las tradujo en castellano antiguo de almuñeque y formuló una proclama: el que esté harto de pescado que se coma una chuleta. Y dicho y hecho. Para escandalizar, se fue al argentino y dijo en voz bien alta para que todo el mundo escuchara la provocación: dame cuatro kilos de chuletas que tengo invitados el viernes santo.

Mi mujer es tan firme que estos días de gloria se niega a probar el bacalao y cuando le ponen una tapa de pescao se mosquea. ¿Es que no tenéis carne en salsa?, le dice ayer a las niñas del tapeíllo. Es la hostia.

Claro que esas cosas las dice ahora chuleando, o chuleteando, porque la vida ha dado muchas vueltas y los ateos están en su salsa. Pero hace cuarenta años ni se le habría pasado por la cabeza. Cuando en este país había orden y el caudillo iba bajo palio a ninguna mujer se le habría permitido esa tontería.

Mi señora tiene una receta para acabar con lo que llama pederastia. Ni una cruz en la declaración de la renta, ni una boda por la iglesia, cero bautizos y cero comuniones. En las procesiones que vaya el cura solo con el trono a cuestas a ver si puede. Verás que pronto se acaba el rollo ese de los maricones con sotana, los pederastas y demás. Lo escribo en su jerga. Y ustedes me perdonan. Ya saben, el que esté libre de pecado, etcétera, etcétera.

Esa es mi chica. Pero qué le voy a hacer si la quiero. Casi tanto, casi tanto como don cosme quería al rubito aquel que iba todas las tardes a la catequesis. Era tan guapo aquel niño.
Salud

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