2/3/09

Ay, la vanidad

La vanidad y la adulación conforman una pareja de hecho que ha causado demasiados problemas y confusiones. Llega la gente a creer que su líder es insustituible. Y llega fatalmente el líder a convencerse de ello.

Pero la vida está hasta de darnos ejemplos de lo contrario. En las parejas, en los equipos de fútbol, en los partidos y en los gobiernos de todo tipo.

Cuántos jerezanos no habrían apostado entre fino y fino que aquel pueblo se venía abajo el mismo día que Pacheco se fuera. Pues ya lo ven. Ahora tienen a una alcaldesa. Y no se ha cerrado ni el Circuito de Motos.

Anguita se fue de Córdoba. Mira que era buen alcalde este Julio. Pero Julio se fue por aquellas cosas de la política y ahí sigue Córdoba. También tienen una alcaldesa. Y en su sitio siguen la Mezquita, la Judería y las ruinas preciosas de Medina Azahara.

Aquí al lado, en Salobreña estaba Don Manuel Pérez Cobos. Joder, si parecía que estaba ahí desde que se inventó el ayuntamiento. Parecía imposible que ese pueblo tan bonito pudiera funcionar sin él. Pero un día lo quitaron del medio. Y ahí está Salobreña. La gente sigue trabajando y el Peñón, en su sitio.

Hasta Enrique Cobo se fue de Motril. Y vino otro, y otro, y otro, y lo que te rondaré.
Se irá el señor Yanguas. Espero que pronto. Y ya verán como no pasa nada. Los turistas seguirán viniendo. La alsina Graells continuará sus viajes. Los Peñones del Santo aguantarán en su sitio. Y las calles y las playas se seguirán limpiando. Es posible que hasta mejor.

Y lo que es casi seguro, no tendremos que pasar la vergüenza de que nadie nos diga: ah, tú eres del pueblo ese que el alcalde se va a llevar ayuda humanitaria para los huérfanos y aparece en las fotos…

Y es que no somos nadie. Espuma que lleva el viento. Algunos con muy poca vergüenza. Pero nadie, al fin y al cabo.

13 de abril de 2007

No hay comentarios:

Publicar un comentario