2/10/14

Para payasos, con Grillo ya hay bastante



Anoche tuve unos minutos para ver la intervención de Cayo Lara en la fiesta de su partido. En alguna ocasión he dicho que este hombre me emociona en ocasiones. También he dicho que Alberto Garzón no me emociona. Y también he comentado que tal vez algunos jóvenes estén corriendo más de la cuenta. Para que la información sea más completa, tendré que añadir que lo que suelta Garzón por su boca me parece más relevante en estos momentos que lo que dice Cayo. Relevante y arriesgado, para aclarar. Porque en este ilusionante juego de ganadores, podemos perder hasta la camisa.

Pues eso. Ayer vi a Cayo en su salsa, hablando a la gente de su partido. Y me quedé algo preocupado, pero sólo algo. Me quita preocupación el pensar que había bastante escenografía en ese mitin. Puede ser que Cayo dijese lo que ese público quería oír. Si es así, me preocupo poco. Pero pudiera ser que las palabras de Cayo en ese mitin fuesen terriblemente auténticas, sinceras y sentidas. Y en ese caso me preocuparé.
Quiero decir… No me estoy explicando bien. No quiero decir que me gustaría que las palabras de Cayo fueran falsas, o fingidas, o exageradas. Quiero decir que tal vez Cayo usó esas palabras de exaltación partidaria de manera calculada para contentar a un público confundido.

Bueno. Yo también me estoy confundiendo. Les hablaré de otra cosa. Les hablaré de las caras de los que compartían mesa con Cayo. Pero tampoco me quiero extender hablando de todas las caras. El que mejor disimulaba su preocupación, pero no la podía ocultar del todo, era Mariscal. La que peor, Yolanda. Y con cara de circunstancias, Alberto Garzón y una chica que no identifiqué por la poca calidad del vídeo.
Yolanda, esa chica tan lista que ha sabido sacar a la IU gallega de la caja de muerto en que se encontraba, tenía los mismos pensamientos que yo. A ese respecto no tengo ninguna duda. Ya sé que eso es difícil de probar porque Yolanda y yo no nos conocemos y así es difícil interpretar los silencios, pero sé que Yolanda pensaba lo mismo que yo.

Yolanda pensaba que, aún siendo un mitin para regalar el oído al público, el tono era excesivo. No eran las palabras. No era el mensaje que Yolanda y yo esperábamos del líder de una formación que ha decidido apostar por un camino tan complicado como inevitable. Ya sabemos, pensaba Yolanda, que tenemos una mochila. Ya sabemos, pensaba yo, que las cunetas están llenas de nuestra gente. Ya sabemos que la dignidad es tan importante como necesaria. Ya sabemos que un par de tipos listos, aunque uno de ellos tenga coleta, no pueden sustituir la acción colectiva organizada.

Todo eso ya lo sabemos. Pero Yolanda pensaba –la cara es el espejo del pensamiento- que ese discurso no tocaba ahora, que ese discurso era contraproducente. Porque a ver ahora cómo interpretan ese lamento digno los emocionados miembros del partido que tienen por delante la enojosa y enredada tarea de reunirse en su pueblo con la gente más diversa que te puedas imaginar –algunos insoportables, ya te lo digo yo- para ponerse de acuerdo en que tenemos que ganar, y, sobre todo, en qué tenemos que ganar.

Esta mañana, mientras venía al colegio, he pensado que quizá le hayan encargado a Alberto Garzón comprar un Ferrari con diez mil euros. El pobre Garzón está encantado con la idea del Ferrari –vaya ejemplo más tonto, eh- y piensa, lo sabe, que con diez mil euros no se compra ni un Ford Fiesta, pero que cuando el Ferrari esté en la puerta del partido, y todo el mundo vea lo guapo que es, al final acabará convenciendo a papá Cayo de que suelte la pasta necesaria para comprar el bólido.

Espero que papá Cayo quiera el Ferrari. Espero que papá Cayo sólo esté ayudando con sus discursos en el regateo. Espero, deseo, que finalmente papá Cayo esté dispuesto a soltar la pasta necesaria para, sin quedarnos arruinados, poder darnos un paseo en el Ferrari. Es un coche caro, pero creo que ahora, justo ahora y no antes ni mucho después, está a nuestro alcance. El precio es –parece- asequible y hacemos bien en regatear, pero me da miedo que finalmente el regateo se convierta en un enroque y el vendedor- porque hay un vendedor, no nos engañemos- nos mande a la mierda y diga que ya no vende.

Espero que esto de Alberto y Cayo sea la versión nuestra del poli bueno y el poli malo. Nada que objetar. Al fin y al cabo, también el de la coleta y su amigo juegan a eso. El problema es que no sabemos en qué acabará ese juego. Y según como acabe, a muchos de nosotros se nos pueden quitar las ganas de jugar por mucho tiempo.

Al final, es posible, dios no lo quiera,  que a Alberto le pase como a un ministro que se acaba de ir porque le hicieron un encargo tan difícil como poco claro. Si eso llegase a ocurrir, algunos pensaremos que a Alberto se lo han cargado los que nunca vieron la necesidad de cambiar de coche. Pero otros, dentro de unos años, con la misma visión de futuro que Fernando Alonso, comprarán un Ferrari viejo con el que nunca pasarán de la Q1, harán una fiesta para celebrarlo, otra más, y, henchidos de dignidad, dirán a quien quiera escuchar que Alberto, y Yolanda, y Gaspar, y Fulano y Zutano, y hasta el propio Julio si falta hiciera, fue un traidor de los muchos que se fueron porque podían y querían.

Ahora ya sólo nos queda saber a qué coño quieren jugar el de la coleta y sus amigos, porque, en mi modesta opinión, hay dos juegos posibles y se parecen bastante poco: Uno se llama Italia, y me provoca rechazo. El otro se llama Grecia y me llena de ilusión. Cuando estos que pueden con todo dicen de ir solos a las autonómicas y forzar agrupaciones de electores en las municipales nos acercamos a Italia peligrosamente. Y la verdad, para payasos, con Grillo ya hay bastante.
Salud

3 comentarios:

  1. Estimado don Francisco
    Hacia tiempo que no me motivaban sus artículos a participar. Sigue Usted con lo mismo de siempre. Doctor para arriba, Doctor para abajo. Pero este artículo tiene su enjundia. Menudo ladrillo nos ha metido Usted para al final decirnos que prefiere el modelo de Syriza que el 5 estrellas. Le pregunto, ¿porqué?.
    Un afectuoso saludo.

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  2. Enjundia y ladrillo parecen contraponerse en el comentario anterior, pero eso tiene escasa relevancia. Su pregunta es fácil. en Grecia se impone un modelo de izquierda razonable y constructivo; en Italia no se sabe qué representa el 5 estrellas. Al menos, yo no lo sé. Salud

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  3. Enjundia= la que tiene el tema lanzado en el último párrafo. Ladrillo=el resto del comentario. Pero como bien dice Usted, sin relevancia.
    Grecia, una coalición de partidos (de diversa procedencia y hasta diría yo de posiciones bastante diferenciadas, aunque dentro del espectro de izquierdas). En Italia, la unión de ciudadanos frente al poder político.
    No entro a analizar la realidad de cada uno en su País que tanto un modelo como el otro tienen sus aciertos y desaciertos.
    Pero quiero llegar a un punto. La confluencia de la izquierda. En el fondo subyace eso.
    Usted apuesta claramente por una unión que aglutine siglas. Que los partidos se unan, pero manteniendo sus estructuras paralelamente, frente a un modelo que apuesta por una unión horizontal de ciudadanos, al margen de siglas y partidos, llámese agrupación de electores.
    ¿porqué una unión de partidos y sus siglas es más razonable y eficaz?.

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