Anoche tuve unos minutos para ver la intervención de Cayo Lara en la fiesta de su partido. En alguna ocasión he dicho que este hombre me
emociona en ocasiones. También he dicho que Alberto Garzón no me emociona. Y también
he comentado que tal vez algunos jóvenes estén corriendo más de la cuenta. Para
que la información sea más completa, tendré que añadir que lo que suelta Garzón
por su boca me parece más relevante en estos momentos que lo que dice Cayo.
Relevante y arriesgado, para aclarar. Porque en este ilusionante juego de
ganadores, podemos perder hasta la camisa.
Pues eso. Ayer vi a Cayo en su salsa, hablando a la gente de
su partido. Y me quedé algo preocupado, pero sólo algo. Me quita preocupación
el pensar que había bastante escenografía en ese mitin. Puede ser que Cayo
dijese lo que ese público quería oír. Si es así, me preocupo poco. Pero pudiera
ser que las palabras de Cayo en ese mitin fuesen terriblemente auténticas,
sinceras y sentidas. Y en ese caso me preocuparé.
Quiero decir… No me estoy explicando bien. No quiero decir
que me gustaría que las palabras de Cayo fueran falsas, o fingidas, o
exageradas. Quiero decir que tal vez Cayo usó esas palabras de exaltación
partidaria de manera calculada para contentar a un público confundido.
Bueno. Yo también me estoy confundiendo. Les hablaré de otra
cosa. Les hablaré de las caras de los que compartían mesa con Cayo. Pero
tampoco me quiero extender hablando de todas las caras. El que mejor disimulaba
su preocupación, pero no la podía ocultar del todo, era Mariscal. La que peor,
Yolanda. Y con cara de circunstancias, Alberto Garzón y una chica que no
identifiqué por la poca calidad del vídeo.
Yolanda, esa chica tan lista que ha sabido sacar a la IU
gallega de la caja de muerto en que se encontraba, tenía los mismos
pensamientos que yo. A ese respecto no tengo ninguna duda. Ya sé que eso es
difícil de probar porque Yolanda y yo no nos conocemos y así es difícil
interpretar los silencios, pero sé que Yolanda pensaba lo mismo que yo.
Yolanda pensaba que, aún siendo un mitin para regalar el
oído al público, el tono era excesivo. No eran las palabras. No era el mensaje
que Yolanda y yo esperábamos del líder de una formación que ha decidido apostar
por un camino tan complicado como inevitable. Ya sabemos, pensaba Yolanda, que
tenemos una mochila. Ya sabemos, pensaba yo, que las cunetas están llenas de
nuestra gente. Ya sabemos que la dignidad es tan importante como necesaria. Ya
sabemos que un par de tipos listos, aunque uno de ellos tenga coleta, no pueden
sustituir la acción colectiva organizada.
Todo eso ya lo sabemos. Pero Yolanda pensaba –la cara es el
espejo del pensamiento- que ese discurso no tocaba ahora, que ese discurso era
contraproducente. Porque a ver ahora cómo interpretan ese lamento digno los
emocionados miembros del partido que tienen por delante la enojosa y enredada
tarea de reunirse en su pueblo con la gente más diversa que te puedas imaginar
–algunos insoportables, ya te lo digo yo- para ponerse de acuerdo en que
tenemos que ganar, y, sobre todo, en qué tenemos que ganar.
Esta mañana, mientras venía al colegio, he pensado que quizá
le hayan encargado a Alberto Garzón comprar un Ferrari con diez mil euros. El
pobre Garzón está encantado con la idea del Ferrari –vaya ejemplo más tonto,
eh- y piensa, lo sabe, que con diez mil euros no se compra ni un Ford Fiesta,
pero que cuando el Ferrari esté en la puerta del partido, y todo el mundo vea
lo guapo que es, al final acabará convenciendo a papá Cayo de que suelte la
pasta necesaria para comprar el bólido.
Espero que papá Cayo quiera el Ferrari. Espero que papá Cayo
sólo esté ayudando con sus discursos en el regateo. Espero, deseo, que
finalmente papá Cayo esté dispuesto a soltar la pasta necesaria para, sin quedarnos
arruinados, poder darnos un paseo en el Ferrari. Es un coche caro, pero creo
que ahora, justo ahora y no antes ni mucho después, está a nuestro alcance. El
precio es –parece- asequible y hacemos bien en regatear, pero me da miedo que
finalmente el regateo se convierta en un enroque y el vendedor- porque hay un
vendedor, no nos engañemos- nos mande a la mierda y diga que ya no vende.
Espero que esto de Alberto y Cayo sea la versión nuestra
del poli bueno y el poli malo. Nada que objetar. Al fin y al cabo, también el
de la coleta y su amigo juegan a eso. El problema es que no sabemos en qué
acabará ese juego. Y según como acabe, a muchos de nosotros se nos pueden
quitar las ganas de jugar por mucho tiempo.
Al final, es posible, dios no lo quiera, que a Alberto le pase como a un ministro que
se acaba de ir porque le hicieron un encargo tan difícil como poco claro. Si
eso llegase a ocurrir, algunos pensaremos que a Alberto se lo han cargado los
que nunca vieron la necesidad de cambiar de coche. Pero otros, dentro de unos
años, con la misma visión de futuro que Fernando Alonso, comprarán un Ferrari
viejo con el que nunca pasarán de la Q1, harán una fiesta para celebrarlo, otra
más, y, henchidos de dignidad, dirán a quien quiera escuchar que Alberto, y
Yolanda, y Gaspar, y Fulano y Zutano, y hasta el propio Julio si falta hiciera,
fue un traidor de los muchos que se fueron porque podían y querían.
Ahora ya sólo nos queda saber a qué coño quieren jugar el de
la coleta y sus amigos, porque, en mi modesta opinión, hay dos juegos posibles
y se parecen bastante poco: Uno se llama Italia, y me provoca rechazo. El otro
se llama Grecia y me llena de ilusión. Cuando estos que pueden con todo dicen
de ir solos a las autonómicas y forzar agrupaciones de electores en las
municipales nos acercamos a Italia peligrosamente. Y la verdad, para payasos,
con Grillo ya hay bastante.
Salud
Estimado don Francisco
ResponderEliminarHacia tiempo que no me motivaban sus artículos a participar. Sigue Usted con lo mismo de siempre. Doctor para arriba, Doctor para abajo. Pero este artículo tiene su enjundia. Menudo ladrillo nos ha metido Usted para al final decirnos que prefiere el modelo de Syriza que el 5 estrellas. Le pregunto, ¿porqué?.
Un afectuoso saludo.
Enjundia y ladrillo parecen contraponerse en el comentario anterior, pero eso tiene escasa relevancia. Su pregunta es fácil. en Grecia se impone un modelo de izquierda razonable y constructivo; en Italia no se sabe qué representa el 5 estrellas. Al menos, yo no lo sé. Salud
ResponderEliminarEnjundia= la que tiene el tema lanzado en el último párrafo. Ladrillo=el resto del comentario. Pero como bien dice Usted, sin relevancia.
ResponderEliminarGrecia, una coalición de partidos (de diversa procedencia y hasta diría yo de posiciones bastante diferenciadas, aunque dentro del espectro de izquierdas). En Italia, la unión de ciudadanos frente al poder político.
No entro a analizar la realidad de cada uno en su País que tanto un modelo como el otro tienen sus aciertos y desaciertos.
Pero quiero llegar a un punto. La confluencia de la izquierda. En el fondo subyace eso.
Usted apuesta claramente por una unión que aglutine siglas. Que los partidos se unan, pero manteniendo sus estructuras paralelamente, frente a un modelo que apuesta por una unión horizontal de ciudadanos, al margen de siglas y partidos, llámese agrupación de electores.
¿porqué una unión de partidos y sus siglas es más razonable y eficaz?.