El espectáculo más grande del mundo
Gerardo Tecé
¡Damas y caballeros! ¡Niños y niñas! Después de EREs fraudulentos, Gúrteles, sobres, no me consta, Bankias, recalificaciones, salgo corriendo al Senado para que no me imputen, cuentas en Suiza, planes de urbanismo a medida de mi amigo el constructor, cajas saqueadas, indultos a banqueros que me subvencionan, yo sólo firmaba lo que me decía mi marido, comisiones ilegales, todo es falso salvo alguna cosa, cámbiame esta ley que ya te devolveré el favor, me he caído sin querer dentro de un palacete… después de este gran espectáculo, niños y niñas, damas y caballeros, nos vamos a despedir por hoy regalándoles una lección. ¡Manolo el del Bombo! Hazme un redoble, que esto lo merece: Con lo de la Corrala Utopía hay que tener responsabilidad y ser muy escrupulosos con las normas. Buenas noches, espero que lo hayan disfrutado. Suenan trompetas y platillos. Saltan a la pista central elefantes, acróbatas, malabaristas, zancos y trapecistas, mientras los payasos disparan agua desde la flor de plástico de su solapa. Aplausos y música.
Salimos de la carpa y después de tanto ruido nos devora el silencio. Hay que ser muy escrupulosos con las normas. Esta frase nos martillea de repente la cabeza, una y otra vez, como una mala resaca, una y otra vez, como el eco chocando contra una pared. Familias en situación de pobreza, con menores a su cargo, necesitaban un techo. Al recibir las llaves de una vivienda, se estaban saltando una lista de espera. Y se ha montado un follón que casi hacer caer un gobierno. Hay que tener responsabilidad y ser escrupulosos con las normas. Lo ha dicho el domador.
Y toda la maquinaria de poder secunda al domador. Toda esa parte que no se ve y que está tras la gigantesca lona, se pone a funcionar. Porque el asunto, aunque pudiera parecer poca cosa, es muy grave: esta vez han rescatado a personas. Y eso lo podría cambiar todo. Esto podría provocar que el público dejase de estar en la grada, que, como todos sabemos, es su lugar. ¿Qué hacemos?, preguntó uno de ellos nervioso. No podemos permitir que salten a la pista. Gracias a dios la incertidumbre duró poco. Los tenemos domesticados. ¿Cómo? Que los tenemos domesticados. Tranquilos. No hay de qué preocuparse.
Son muchos años de rajar de la hija de la vecina del quinto que se fue con una beca Erasmus, cuando en realidad no le hacía falta la beca porque cada mes llevaba un vestido nuevo del Zara. Años de criticar los privilegios de quien tiene una plaza de funcionario. Años de tan mal no vive el mendigo de mi calle, que pidiendo, pidiendo, se saca un dineral. Años de señalar a los inmigrantes por la falta de trabajo. Son años de mirar al que tenemos a nuestro lado sin darnos cuenta cómo cae sobre nosotros el meado que viene de arriba. Así que, aunque al principio hubo nervios, los reunidos detrás de la carpa recordaron que la solución era sencilla, era la de siempre: enfrentarlos entre ellos. Los de la Corrala Utopía se han saltado una lista de espera en la que había otra gente. Podrías ser tú el de esa lista. Estos okupas podrían dejarte a ti sin casa.
Da igual que esto sea falso. Da igual que haya una orden judicial que obligue a dar una solución a estas familias. Da igual que los hayan alojado en esas viviendas sólo de forma temporal. Da igual que estas familias no le estén quitando la casa a nadie. Da igual que sea una situación de emergencia. Da igual que haya menores. Todo eso da exactamente igual. Todo eso no puede competir contra el “se han saltado una lista de espera en la que podrías estar tú”. El enemigo es el que está a tu lado. No le des más vueltas. Es un mensaje tan sencillo, tan cómodo, que la sentencia del juez o la urgencia de la situación o que haya menores, no pueden competir contra eso.
Para poder competir contra esas pastillas domesticadoras, tan dañinas como fáciles de tomar que nos llevan metiendo en el café toda la vida, habría que aprender. Aprender a dejar de estar domesticados. Aprender a mirar hacia arriba e identificar desde dónde nos mean. Aprender por fin que esto es una guerra. Una guerra entre Ellos y Nosotros. Y sobre todo, aprender a reconocer de una vez quiénes son los que se esconden tras la carpa, los Ellos, y quiénes son los Nosotros.
¡Damas y caballeros! ¡Niños y niñas! Después de EREs fraudulentos, Gúrteles, sobres, no me consta, Bankias, recalificaciones, salgo corriendo al Senado para que no me imputen, cuentas en Suiza, planes de urbanismo a medida de mi amigo el constructor, cajas saqueadas, indultos a banqueros que me subvencionan, yo sólo firmaba lo que me decía mi marido, comisiones ilegales, todo es falso salvo alguna cosa, cámbiame esta ley que ya te devolveré el favor, me he caído sin querer dentro de un palacete… después de este gran espectáculo, niños y niñas, damas y caballeros, nos vamos a despedir por hoy regalándoles una lección. ¡Manolo el del Bombo! Hazme un redoble, que esto lo merece: Con lo de la Corrala Utopía hay que tener responsabilidad y ser muy escrupulosos con las normas. Buenas noches, espero que lo hayan disfrutado. Suenan trompetas y platillos. Saltan a la pista central elefantes, acróbatas, malabaristas, zancos y trapecistas, mientras los payasos disparan agua desde la flor de plástico de su solapa. Aplausos y música.
Salimos de la carpa y después de tanto ruido nos devora el silencio. Hay que ser muy escrupulosos con las normas. Esta frase nos martillea de repente la cabeza, una y otra vez, como una mala resaca, una y otra vez, como el eco chocando contra una pared. Familias en situación de pobreza, con menores a su cargo, necesitaban un techo. Al recibir las llaves de una vivienda, se estaban saltando una lista de espera. Y se ha montado un follón que casi hacer caer un gobierno. Hay que tener responsabilidad y ser escrupulosos con las normas. Lo ha dicho el domador.
Y toda la maquinaria de poder secunda al domador. Toda esa parte que no se ve y que está tras la gigantesca lona, se pone a funcionar. Porque el asunto, aunque pudiera parecer poca cosa, es muy grave: esta vez han rescatado a personas. Y eso lo podría cambiar todo. Esto podría provocar que el público dejase de estar en la grada, que, como todos sabemos, es su lugar. ¿Qué hacemos?, preguntó uno de ellos nervioso. No podemos permitir que salten a la pista. Gracias a dios la incertidumbre duró poco. Los tenemos domesticados. ¿Cómo? Que los tenemos domesticados. Tranquilos. No hay de qué preocuparse.
Son muchos años de rajar de la hija de la vecina del quinto que se fue con una beca Erasmus, cuando en realidad no le hacía falta la beca porque cada mes llevaba un vestido nuevo del Zara. Años de criticar los privilegios de quien tiene una plaza de funcionario. Años de tan mal no vive el mendigo de mi calle, que pidiendo, pidiendo, se saca un dineral. Años de señalar a los inmigrantes por la falta de trabajo. Son años de mirar al que tenemos a nuestro lado sin darnos cuenta cómo cae sobre nosotros el meado que viene de arriba. Así que, aunque al principio hubo nervios, los reunidos detrás de la carpa recordaron que la solución era sencilla, era la de siempre: enfrentarlos entre ellos. Los de la Corrala Utopía se han saltado una lista de espera en la que había otra gente. Podrías ser tú el de esa lista. Estos okupas podrían dejarte a ti sin casa.
Da igual que esto sea falso. Da igual que haya una orden judicial que obligue a dar una solución a estas familias. Da igual que los hayan alojado en esas viviendas sólo de forma temporal. Da igual que estas familias no le estén quitando la casa a nadie. Da igual que sea una situación de emergencia. Da igual que haya menores. Todo eso da exactamente igual. Todo eso no puede competir contra el “se han saltado una lista de espera en la que podrías estar tú”. El enemigo es el que está a tu lado. No le des más vueltas. Es un mensaje tan sencillo, tan cómodo, que la sentencia del juez o la urgencia de la situación o que haya menores, no pueden competir contra eso.
Para poder competir contra esas pastillas domesticadoras, tan dañinas como fáciles de tomar que nos llevan metiendo en el café toda la vida, habría que aprender. Aprender a dejar de estar domesticados. Aprender a mirar hacia arriba e identificar desde dónde nos mean. Aprender por fin que esto es una guerra. Una guerra entre Ellos y Nosotros. Y sobre todo, aprender a reconocer de una vez quiénes son los que se esconden tras la carpa, los Ellos, y quiénes son los Nosotros.
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